Conclusiones y Recomendaciones

Conclusiones y recomendaciones




Teniendo en cuenta el proceso previo de análisis e interpretación de los datos, que alcanza a todo el Sistema Formador de la provincia aunque se basa en datos cualitativos de sólo una parte, nuestras conclusiones son las siguientes:


-       La mayoría de los formadores de docentes en la provincia carece del nivel de titulación requerida para el desempeño profesional en este ámbito (el superior);

-       para que la implementación de los nuevos diseños curriculares[1] de la formación docente lograra los objetivos de formar los profesores que la escuela necesita, es urgente emprender un proceso de actualización destinado a los docentes del nivel superior en ejercicio y además, como los propios ISFD manifestaron en la mayoría de los casos, se necesita tiempo para que los formadores y las instituciones pudieran aprehender y apropiarse de esos nuevos diseños, evitando ‘correr’ detrás del nuevo marco prescripto, improvisar, y, de alguna manera, arriesgarse nuevamente a que todo el propósito que los impulsó se viniera abajo por las urgencias políticas de ‘mostrar’ que se estaba haciendo algo;

-       en la mayoría de los casos, no se promueve desde los profesorados una formación de los nuevos docentes como sujetos autónomos, críticos, con criterios que les permitan fundamentar sus posiciones teórico-prácticas tanto a nivel áulico como institucional y social. De hecho, la sola iniciativa de habilitarles un espacio de participación como un actor fundamental del sistema generó ansiedad e incertidumbre entre la mayoría de los directivos institucionales;

-       la docencia sigue siendo una oferta preferida por las mujeres, en el imaginario de los ingresantes resulta una opción de bajo costo económico y académico, y un número importante de ellos llega a las carreras docentes porque supuestamente aseguran una salida laboral inmediata y estable;

-       superado la deserción del primer año de la formación, que es común en el Nivel, la práctica surgió como el momento decisivo para continuar o abandonar la carrera elegida en la mayoría de los alumnos;

-      la cantidad de egresados como profesores según el nivel y la disciplina que se forman en la provincia no guarda relación con las necesidades de las escuelas;

-       la inversión que todos hacemos, como Estado, en la Formación Docente tiene poca racionalidad. Por ejemplo, una maestría a distancia – que no implica costos de viaje – en una Universidad pública cuesta 1.500 dólares y una presencial en una Universidad privada cuesta unos 3.000 dólares; un postítulo como el de Pedagogía de la Formación, de un año y medio, que el Estado pagó a algunos de sus formadores, tuvo un costo aproximado de 1.850 dólares; mientras el egresado como docente para Primaria más barato de la provincia – en 3 años de cursada – tiene un costo de 7.985 dólares[2] y el más caro, según la Institución, se multiplica por diez: alcanza a 70.867 dólares. A 2001, el costo promedio de un egresado universitario en Argentina era de 37.934 dólares - el más bajo corresponde al título de abogado y el más alto al de ingeniero civil[3];

-       el Estado invierte dinero pero no el suficiente como para sostener el funcionamiento del Sistema Formador – atender las necesidades de gastos corrientes, muebles, personal, conectividad, etc. – ni siquiera para aprovechar los recursos que envía el Ministerio de Educación de la Nación.

-       hay una desarticulación en cascada que, desde la estructura política del propio Ministerio, se va reproduciendo hacia abajo, con el agravante de que las autonomías institucionales no siempre jugaron a favor sino que en ocasiones terminaron constituyendo a cada ISFD como islas, por la falta de articulación con otros actores, otras instituciones del mismo Sistema y del Sistema Educativo para el cual está formando recursos.

-       el diagnóstico confirma la potencia del proyecto de formar Centros Regionales de Formación Docente, que nucleen y fortalezcan a las instituciones en todos los aspectos, proveyendo por ejemplo de personal idóneo por áreas, una biblioteca y los recursos tecnológicos en condiciones de ser usados, amplitud horaria y movilidad de cursada acorde a una lógica del nivel superior y apostar al desarrollo de la autonomía del sujeto de aprendizaje;

-       el Estado provincial sostiene la estructura del Sistema Formador ‘como si’ fuera eficaz, eficiente y prestara un servicio de calidad en relación a los objetivos del propio Sistema Educativo y a los fines de la educación; ‘como si’ realmente hiciera falta la distribución que actualmente existe; ‘como si’ respondiera a las demandas reales y potenciales del Nivel Obligatorio para todas las ofertas que sostiene; ‘como si’ tuviéramos en todo el territorio una distribución equitativa de docentes formadores adecuados a su función, ‘como si’ realmente se estuviera atendiendo a las necesidades y las expectativas de quienes egresan del ciclo secundario; ‘como si’ los que egresan evitaran emigrar hacia otros puntos de la provincia y el país; ‘como si’ la calidad de la educación preocupara realmente a alguien.



    A manera de síntesis sobre la trayectoria y situación del Sistema Formador en general de la provincia de La Rioja y acerca de cómo estamos ante un gran simulacro, podríamos afirmar que el sistema analizado es una sinécdoque de la ‘gran desvinculación’:

Luego del regreso a la democracia, el Estado nacional promovió un gran debate sobre la educación, en torno al Congreso Pedagógico Nacional, que tuvo su correlato a nivel provincial. Por aquellos años, el Estado riojano dispuso la creación de la mayor parte de los Institutos de Profesorado con un criterio federal para evitar la emigración de los jóvenes de sus lugares de origen. Esa iniciativa resultó políticamente redituable, en particular para las dirigencias locales, porque la gente valoró la posibilidad de que existan instancias de formación de nivel superior en sus localidades. Como consecuencia de ella, hoy La Rioja tiene uno de los índices más altos de ISFD por habitante del país: uno cada casi 13.000 habitantes. Si la cantidad se correlacionara con una formación docente de calidad y solidez, la calidad de la educación que se brinda a nuestros niños y jóvenes en el Sistema Obligatorio debería poner a La Rioja al tope del país. Al contrario, y según las mediciones del ONE (hasta 2005), está en uno de los últimos lugares desde hace varios años.

Ya creados los ISFD, el contexto político nacional cambió y con él el provincial. Durante los años 90 el Estado profundizó la retirada que había iniciado durante la última dictadura (Maristella Svampa; (2005) ‘La sociedad excluyente’; Taurus; Buenos Aires), aún de la prestación de los servicios básicos. La provincia continuó pagando las horas cátedra y los cargos directivos y de servicios generales, pero no más. Cuando el Ministerio de Educación de la Nación impulsaba acciones, al calor de la Ley Federal de Educación, por ejemplo, la provincia articulaba su aplicación y ejecución. Para eso, en el ámbito jurisdiccional se fue armando un equipo técnico de la DGES con carácter precario, casi sin estructura y sin presupuesto propio. Cuando la Nación equipaba, la provincia equipaba. Cuando la Nación capacitaba, la provincia capacitaba. Y cuando hubo que revisar los Diseños Curriculares, que debían ser institucionales, la Nación – a través de la provincia – contrató consultores  en su mayoría externos que hicieron un trabajo siempre urgente, siempre rápido.

Cada Institución construyó su Proyecto Educativo Institucional (PEI) como pudo y siguiendo un modelo standard, que en la mayoría de los casos no fueron aprobados en primera instancia ni tampoco fue objeto de apropiación colectiva que se sostuviera en el tiempo.

Las autoridades institucionales de los ISFD se fueron quedando solas. La falta de articulación desde el vértice mismo del Sistema Educativo hacia abajo, en sentido vertical y horizontal, aportó lo suyo. No ayudó tampoco que el nivel superior resultara una carga extra para las instancias de supervisión previstas para el nivel medio, con una sola zona como excepción. Lo que ocurre en las instancias de práctica y residencia – etapa absolutamente clave de la formación de docentes – es una prueba de ello.

En ese marco, los gestores institucionales hicieron lo que pudieron, lo que sabían y también lo que quisieron. Salvo cuando existieron unas pocas denuncias escandalosas de desmanejo, que llegaron a ser difundidas por los medios masivos de comunicación, las autoridades se mantuvieron ajenas a las realidades de los ISFD. Y en esos pocos casos donde hubieron denuncias, se iniciaron expedientes que, en general, duermen el sueño de los justos. Eso explica la diversidad de características en los estilos y lógicas de gestión institucional y cuestiones tales como la necesidad de poner a funcionar – no siempre bajo un marco legal – supuestas cooperadoras que le permitieran a las instituciones afrontar sus gastos más básicos, como los de limpieza. Pero dependió en buena medida del azar que el concurso de antecedentes – basado en la acumulación de ‘papelitos’ - impulsara a determinados docentes en los cargos directivos que, en algunos casos, mostraron criterio y competencias para la asunción eficaz del rol. Quienes no estaban en esa situación y aún así asumieron, optaron por sostener un estilo de gestión más vertical, que reproducía la lógica del nivel secundario pese a que el sujeto de aprendizaje era otro: un adulto en formación profesional. Así las cosas, como la posición supone capitales y poderes, diría Bourdieu, la estrategia tendencial para sostener la posición y defenderla apostó en general a prácticas como:  el ejercicio del poder se concentraba en una o pocas personas; la difusión de información básica y pública tenía circulación restringida; los espacios comunes de la vida institucional se promovían escasamente y, en todo caso, siempre se revestían de una carácter consultivo, de asesoramiento; y la tónica de las prácticas estuvo dada por el silencio y, en ciertos casos, la coacción, la violencia simbólica. Violencia ‘dulce’, en los términos del sociólogo francés, que se ejerce con “la complicidad de los dominados” porque, en definitiva, reproduce una lógica de funcionamiento que en provincias como La Rioja es macrosocial y está naturalizada.

Ya llegado el nuevo siglo, el proceso de autoevaluación institucional – que fue compulsivo, como supuesto requisito para ‘acreditar’ los ISFD, y a la vez compartió espacios de intercambio interinstitucional a lo largo de un año – se convirtió en un primer llamado de atención para los equipos de gestión institucional, pero también para la propia DGES.

Tres años después, puestos ante la necesidad de volver a revisar los Diseños Curriculares y con otra política de formación docente promovida desde Nación y avalada por el Consejo Federal de Educación – que integran todos los Ministros del área de las provincias – el proceso de evaluación diagnóstica de la dimensión institucional encarado por la DGES a pedido y con el sostén del Ministerio de Educación de la provincia fue percibido como un riesgo para buena parte del Sistema Formador de La Rioja. Un proceso evaluativo, ligado normalmente al ‘control’ en el imaginario de los actores institucionales, podría dejar entrever verdades incómodas. Y así fue. Reveló el simulacro.


A lo largo del proceso encarado desde finales de 2007, fueron apareciendo de manera insistente algunas consideraciones que nos parece importante compartir, aunque no sean conclusiones sino interrogantes que es necesario poner en común.
Por caso, nos preguntamos qué esta pasando al nivel de registro simbólico con las representaciones que en cada actor juegan en relación con “qué es ser docente”. Pareciera que desde la gestión institucional la dimensión pedagógica está significativamente desdibujada: las propuestas de cátedra  - herramienta por excelencia para la organización del espacio - y parte constitutiva de lo que debiera ser el “contrato pedagógico”, no aparecen como efectivamente valoradas. Así, se puede observar cómo, por acción u omisión, pueden ser presentadas fuera de término; en general sin diagnósticos previos que permitan una adecuada selección de ejes conceptuales, estrategias de enseñanza y hasta tipos de evaluación para andamiar efectivamente los procesos de aprendizaje; puede carecer de elementos considerados fundamentales, como la bibliografía o citar literatura desactualizada. En cualquier caso, los equipos de gestión pocas veces les hacen observaciones y las devuelven para su ajuste. Tampoco hacen en general observación de clases, aún cuando en general señalan que los alumnos no poseen las competencias necesarias para el aprendizaje en el nivel y conocen muy bien la pérdida de matricula.
Por otra parte, nadie enseña lo que no sabe, lo que no-vivencia: cómo ser crítico cuando la divergencia aparece como subversiva; cómo ser adulto, responsable, independiente cuando se es mirado y demandado como niño o adolescente; cómo ser responsable si nada opera marcando la diferencia; cómo confiar en el otro, si no se experimenta la confianza en si mismo.
Si “enseñar” tiene algo de: dejar señas, señalar,  hacer huella en el otro, marcar, es evidente que las prácticas pedagógicas que constituyeron la trayectoria de formación se articulan y  hacen presente en el día a día del desempeño profesional. Entonces por qué no “reorientar la mirada” – como nos diría Sandra Nicastro - y problematizar sobre el hoy de la formación de formadores. Sobre el hoy de cada quien que constituye el Sistema Formador: instancias de decisión política, supervisores, DGES, equipos de gestión, docentes y alumnos, porque todos somos parte para que el entramado simbólico se redefina,  para que los docentes puedan efectivamente formar ciudadanos críticos, responsables, independientes, con herramientas para seguir aprendiendo.
Las instituciones son espacios de “producción de saberes” y el desafío de la formación de formadores hoy es una mayor cercanía con las necesidades del Nivel Obligatorio, dando centralidad al aprendizaje. Estos rasgos plantean problemáticas de organización en relación con la posición del directivo, donde la dimensión subjetiva personal se anuda con la formación teórica, con la impronta personal del ejercicio del rol que promueve una determinada cultura institucional, con las representaciones y los espacios de poder que se juegan tanto al interior de los ISFD con los propios colegas, como en relación con la autoridad. Como se pudo constatar en algunos Institutos, hay directivos que logran imprimir un estilo de gestión que promueve la horizontalización, la mirada integral, la problematización y que habilita efectivamente al otro como parte de la institución y del sistema formativo.

Sería interesante poder leer desde otras perspectivas algunos rasgos personales y/o institucionales en clave de fragmentación, individualismo, que no es otra cosa que atravesamiento de la contemporaneidad desacoplada, líquida, que dificulta el lazo social, el proyecto común y esto acontece en el cotidiano de los institutos. Leer desde marcos teóricos posibilita un corrimiento desde la bronca y/o la impotencia a la pregunta, a la duda, al reconocimiento del otro, a otras subjetividades en juego, donde el lugar simbólico, las luchas de poder, los posicionamientos y lo político, atraviesan el cotidiano de la gestión y se cuelan en las decisiones, las comunicaciones, los señalamientos. Entonces al ejercicio de la función directiva habría que cruzarlo con el accionar político, para poder operar frente a la “desimbolización“ que viene aparejada al caer el sentido del mandato fundacional (si el mandato ya no está, la institución y la función carecen de sentido). Desde allí la complejidad, la incertidumbre, las urgencias, que en general caracterizan la función.

Lo que ocurre al interior de cada uno de los institutos formadores se construye de manera particular como parte de la “cultura institucional”, en ese interjuego de fuerzas instituidas y de dinámicas que las ponen en tensión, de las fortalezas y debilidades de cada uno de los actores, pero también desde los lineamientos de política educativa.  En ese escenario, ellos (directivos, docentes, estudiantes, personal administrativo y de maestranza)  tejen una trama al  mirar y ser mirados, ellos define su  manera de “ser “y “hacer”, inmersos en la lógica estatal, muchas veces sin ser conscientes de ello. Es decir, inmersos en una cultura que excede lo institucional y nos incluye a todos.

La educación no ha sido, nunca fue, ni tampoco es una verdadera política de Estado, es decir una política que atraviesa las gestiones gubernamentales en pos de un fin último y común: promover el bien social de todos, porque es un derecho fundamental y universal. Fue y es, en cambio, un buen discurso. Solía decir Quino, a través de Mafalda, que si uno quiere quedar bien, lanza un mensaje por la paz. La analogía vale. Y estos son los resultados.

En función de tales resultados, y en relación a la necesidad de emprender el desafío de construir lo común, de promover la formación de ciudadanía, de – una vez corridos los velos de las prácticas ya cristalizadas, naturalizadas, en el ámbito estudiado – a fines de 2008 este equipo que tuvo a su cargo el grueso de la evaluación propuso una serie de recomendaciones, las que se reproducen a continuación sólo para la instancia provincial.



Recomendaciones a fines de 2008


-       Unificar la zona V con la VII, de manera tal de integrar a Milagro a los Llanos norte.

-       Sostener en el corto plazo  (2009) 6 de las 10 ofertas actuales para primaria, distribuidas estratégicamente en todo el territorio provincial de manera tal de que se continúen formando recursos para satisfacer demandas que, dadas las características de la inscripción, no está reflejada en la relación entre inscriptos en los padrones de la JUETAENO y estudiantes de profesorado respecto de la cantidad de cargos. En particular en primaria, se ha constatado que hay saturación de oferta de docentes en espera en las zonas I, II y VI, sin embargo se tiende a mantener la formación porque es posible que haya renovación de los planteles docentes en el Nivel Obligatorio por la jubilación de parte de los actuales. En este sentido, y dada la diferente situación entre unas zonas y otras, sería necesario revisar el requisito de residencia para inscripción y acceso al campo laboral tomando a la provincia como una jurisdicción y facilitando la movilidad de los egresados por todo el territorio provincial.

-       Aumentar desde 2009 de 4 a 6 las ofertas de formación para nivel inicial, donde hay efectivamente menos recursos formados y una política expansiva para el nivel, excepto en zona VII donde hay saturación.

-       Es urgente pensar que la formación profesional docente en La Rioja debe prever la especificidad en ruralidad tanto en Inicial como en Primaria, dado que cerca del 70% de nuestras escuelas están ubicadas en esos contextos.

-       La refuncionalización y el remapeo de la formación docente no pueden ser decisiones tomadas a largo plazo, por los cambios permanentes que presenta el contexto y los cambios propios del Sistema Obligatorio. Si el contexto es incierto y las necesidades de las escuelas varían, la formación debe rediscutirse, por ejemplo, en períodos trianuales.

-       Sostener durante 2009 en toda la provincia únicamente las ofertas de formación docente para media en inglés, francés, matemática, los cuatro lenguajes artísticos, química, física y biología, que son en las que más necesidades insatisfechas hay en el Nivel Obligatorio,  en tanto se definen los diseños para el nivel en el mismo año y se fortalecen los trayectos de desarrollo profesional docente para los formadores, con vistas al 2010. 

-       Con vistas al año 2009 y en relación a las realidades institucionales que se ha podido conocer, es necesario relocalizar algunas ofertas de formación y definir a la misma vez funciones alternativas para aquellos ISFD que queden sin las ofertas que tenían en lo inmediato, sin perder de vista que el próximo año también habrá definiciones para la formación docente en media y modalidades especiales; que la escuela media está en plena transformación y expansión, y que mientras tanto también estamos viviendo un proceso político que redefine el perfil productivo de la provincia y la necesidad de formar perfiles técnicos específicos.

-       A los efectos de definir funciones, es importante considerar las trayectorias en las áreas de capacitación (incluidos postítulos) e investigación de los ISFD en relación a sus recursos humanos, técnicos y materiales.

-       Planificar un sistema eficiente de becas para aquellos jóvenes que deseen formarse como docentes en las áreas de vacancia del Sistema Obligatorio y deban trasladarse desde sus lugares de residencia por la creciente concentración de las ofertas y las características territoriales y de infraestructura de la provincia. Esas becas deben ser adecuadas al nivel de gastos reales de un estudiante y ser sometidas a un seguimiento permanente que atienda al rendimiento de sus beneficiarios.  Es posible pensar, con este objetivo, en un trabajo coordinado entre el Ministerio de Educación, la Legislatura provincial y los Municipios. El traslado ya es un problema – por el costo, la calidad, la ausencia, la falta de frecuencias – para muchos de lo que hoy cursan la formación docente, pese a la dispersión de ofertas.

-       Dada la decisión provincial de aplicar desde 2009 los nuevos diseños curriculares jurisdiccionales para ambos niveles y los cambios sustantivos que éstos implican, por una parte, y el nivel y tipo de formación de la mayoría de nuestros formadores, se hace imprescindible garantizar un tiempo de actualización disciplinar y pedagógica que brinde condiciones mínimas para que efectivamente mejore la calidad de la formación y, consecuentemente, luego derrame hacia las escuelas. En las condiciones actuales, no habrá reforma que mejore la calidad ni esa calidad mejorará automáticamente porque el nuevo Diseño Curricular sea mejor. Debe mediar apropiación, compromiso y articulación por parte de los actores frente a diseños jurisdiccionales.

-       Las gestiones institucionales – como en sí mismas las instituciones – son muy heterogéneas en la provincia y en general no se piensan como parte de una unidad del Sistema Formador ni integradas al Sistema Educativo. Por lo tanto, es necesario profundizar un trabajo sostenido de fortalecimiento y cambio de la gestión institucional que opere desde las prácticas del cotidiano de cada uno de los actores hasta los imaginarios, por lo cual debería ser un trabajo que se sostenga en el tiempo. Como se ha verificado, en la mayoría de los casos la gestión resulta inadecuada para el Nivel Superior y para la formación del rol docente como un sujeto autónomo y responsable de las prácticas de enseñanza, de cuánto, qué y cómo aprenden nuestros niños y jóvenes. Por ello – y en coincidencia con los lineamientos nacionales y los trayectos formativos destinados a directivos y equipos de gestión impulsados por el INFoD y la misma jurisdicción - es necesario abrir espacios de participación y construcción; revisar los estilos de gestión; fortalecer los trabajos en equipo; promover la articulación de esos equipos en función de proyectos con un objetivo institucional y sistémico claro y compartido; cambiar las dinámicas pedagógicas para superar la fragmentación entre los campos de conocimiento y entre la teoría y la práctica.

-       A su vez, desde la gestión central habría que acompañar esos procesos con una revisión de la normativa – que establezca líneas rectoras claras y pasibles de apropiación por parte de los actores institucionales - y una mayor articulación de los ISFD entre sí, del Sistema Formador y de éste con el Sistema Educativo. En particular, en relación a la normativa es muy importante poner en marcha otro régimen de acceso, permanencia y ascensos para los cargos directivos y docentes en el Nivel Superior, que responda a los objetivos que son propios de la formación de formadores.

-       En el mediano plazo, se debe sostener el proyecto de constitución de los Centros Regionales de Formación Docente y trabajar desde ya para ello como una instancia de articulación y fortalecimiento hacia dentro y fuera del Sistema Formador, sin que sea imprescindible que un ISFD tenga que ofrecer la formación inicial para que lo siga siendo.

-       Si bien la jurisdicción ha priorizado la construcción de redes como antecedente y dispositivo típico de los centros regionales, a lo largo de este año se ha visto que tales redes no pudieron efectivizarse. Ello ocurrió por dos tipos de razones: instrumentales (a veces están los recursos tecnológicos pero aún no hay conectividad o ésta se interrumpe, como ocurre incluso al interior del equipo técnico, o no hay lugar para instalarlos) y actitudinales (la resistencia frente a lo nuevo o poco familiar; la falta de priorización de esos recursos que hace que no se invierta el tiempo suficiente para su atención y que el hecho de tener que trasladarse unos metros a otro espacio o a otra máquina termine siendo una distancia infranqueable; la instalación de recursos en sitios que los responsables saben fehacientemente que no podrán ser utilizados en los tiempos institucionales; la valoración excesiva de la guarda en perjuicio del uso efectivo; la falta de costumbre respecto de que los recursos (inclusive los edificios, mobiliario, equipos, etc.) son del Estado, del Sistema Educativo y no de una Institución en particular. 

-       Revisar en forma urgente el rol, funciones y la articulación de los Supervisores en relación al Nivel. Los supervisores actuales se comparten con el Nivel Medio, salvo en Capital, y sólo en algunas zonas acompañan permanentemente los lineamientos del Nivel Superior. Integrando este rol al proyecto de Centros y a la dinámica que implica esta reinstitucionalización del Nivel Formador, se podría pensar en referentes zonales específicos con un perfil técnico político que funcione como una bisagra entre la Dirección General y los ISFD y atienda las necesidades y características particulares del Sistema Educativo en su región. Estos referentes, caracterizados por su función, deberían ser incluidos en el apartado relativo al Sistema Formador en la nueva Ley de Educación Provincial. Y es necesario pensar – a la luz de las experiencias de los actuales supervisores y de los referentes zonales de investigación – en personas cuyas trayectorias profesionales estén legitimadas en el Nivel, tanto por su formación como por la manera en que acceden a esas funciones. Los referentes deberían cumplir mandato a término.

-       Los cambios que aquí se proponen no necesariamente implican mayor presupuesto, sino una redistribución racional de la inversión actual. Como mínimo la provincia invierte, a valores marzo 2008, unos 15 millones de pesos anuales en sostener un Sistema Formador inequitativo e ineficiente en relación a las necesidades del Sistema Obligatorio.


-       Organizar, una vez tomadas las decisiones que corresponda, una ronda de reuniones zona por zona para hacer la devolución general del relevamiento, socializar las novedades y coordinar un trabajo conjunto entre la Gestión central, las sedes de supervisión y los ISFD. Cada ISFD participará también de devoluciones individuales por parte del equipo, para abordar sólo con cada Institución sus cuadros particulares de fortalezas y debilidades.




[1] A partir de la reforma, los nuevos planes o diseños curriculares serían jurisdiccionales, por lo tanto esto supone que cualquier alumno de profesorado, cualquiera sea el Instituto y su ubicación geográfica, debía aprender lo mismo. Hasta ahora, los diseños eran institucionales y, aunque respetaban un marco común, cada Instituto contó con un mayor nivel de autonomía en su definición.
[2] Los montos locales surgen de haber calculado, sobre la información proporcionada por las propias instituciones, sólo la cantidad de horas en cargos directivos y docentes (tanto frente a curso como institucionales) con antigüedad promedio por institución y multiplicada por la totalidad de los espacios de la carrera sobre el total de egresados.
[3] -. Fuente: Garcia Solá, Manuel “El financiamiento de las instituciones de educación superior en Argentina; para IELSAC de UNESCO; 2004; en www.redciun.edu.ar/contenido/skins/redciun/download/ponencia_dr_manuel_garcia_sola.ppt)

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