lunes, 30 de noviembre de 2009

Metaevaluación y Bibliografía

Metaevaluación




Nada hay más rico que evaluar la evaluación y la propia actuación en ese proceso, instancias a las que llegamos sólo con ayuda porque mirar y verse en la propia práctica, desentrañar el sentido de esa práctica en un marco de condiciones objetivas externas y descubrir el propio habitus sólo ocurre con el acompañamiento y las señalizaciones de un ‘otro’ atento y preocupado, como fueron a lo largo del proceso Delia Dubrof, Clara Abrutzky y Elena Martín.

¿Demasiada confianza en que esas estructuras propias del contexto podrían cambiar? Tal vez.
En tren de comprender lo ocurrido, nos acordamos – tarde, cuando escribíamos esto - de un libro que decía, al conmemorarse el cuatricentenario de la ciudad de La Rioja (pero vale para toda la provincia):

“La Rioja como objeto literario, científico o político fue tratada bajo distintas denominaciones (…) A los múltiples epítetos de La Rioja deseamos añadir uno nuevo. Que no sea para esta ciudad que queremos, ni para aquella que nos inventamos o que miramos con los ojos del corazón, sino para esta otra que nos duele en su postergación, en el olvido que la echara el país, en la frivolidad del trato de sus gobernantes. Nos referimos a esta Rioja que existe a pesar nuestro, que tiene sus tiempos y espacios, que no es posible mirar con indiferencia, que no podemos describir desligados de compromisos con ella. A esta Rioja signada por aparentes fatalismos, por alentadas resignaciones, por la encerrada opción del conformismo hemos de llamarla aquí ‘La Rioja de los Hechos Consumados’. Bajo esta nombradía nos referiremos a la tolerancia cómplice como suerte de cultura del hecho consumado, pero sin olvidar la resistencia – vigilante y viva – contra los mentores de esta cultura. (…) ‘La Rioja de los Hechos Consumados’ que hoy presentamos es un enfoque de rebeldía, es una denuncia. Y también, una esperanza extendida sobre el cálido manto de un afecto entrañable.(pág. 9 y 10)
(…)
Los hechos consumados son realidades palpables y mensurables en la sociedad riojana, es cierto, pero no por ello se transforman en categorías definitivas ni en verdades inmutables, aunque tales hayan sido – o sean – las intenciones de sus beneficiarios.
Los hechos consumados ciertamente constituyen una trampa como supuesta vertebración de nuestro pasado. Por eso se impone la necesidad de denunciarlos y combatirlos, como se impone también la decisión de proseguir el camino de la resistencia jalonando la misma con los grandes ejemplos que nacen desde el fondo mismo de nuestra historia lugareña.
No caer en la trampa, sortear la trampa, vencer la trampa de los hechos consumados…. (pág. 56)
(…)
Los hechos consumados no se instalaron porque sí en la sociedad riojana (…) casi todos fueron previamente incubados en un razonamiento de conveniencia, en una intención hegemónica. (…) Por el contrario, una cultura, es decir, el arte de cultivarlos, los cobijó y los hizo crecer hasta ponerlos a punto para llenar su cometido. Y como este cometido no se concibió para producir efectos transitorios sino definitivos, en seguida se los dotó de los medios de defensa necesarios para subsistir por largo tiempo. En especial se los dotó del arma más eficaz de toda defensa: el ataque a sus críticos y adversarios.
El enunciado de la cultura de los hechos consumados es simple: acatamiento-resignación-fatalismo: Lo hecho, hecho está: Remover el pasado es un síntoma de desviacionismo, de alzamiento, de destrucción.
El método para hacerlos operativos es un poco más complejo. Veámoslo:
En primer lugar el hecho consumado ha de generar una actitud vigilante contra todo posible foco de reacción. En segundo lugar, ha de adoptar una consigna: nada debe cambiar, nadie debe pensar en cambios (…) ¿Cómo lograrlo? No ha de ser discutiendo la razón, la conveniencia, la justicia o injusticia del hecho en sí mismo. (…) El método conservatorio del hecho consumado impone cambiar rápidamente el eje dialéctico de la discusión y del cuestionamiento. El problema no debe ser el hecho, sino las reacciones contra el hecho”. (pág. 58)
(…)
El control absoluto de los resortes del poder – abierto u oculto, estatal o privado – se plantea como necesidad básica para tejer la estructura de sostén del hecho consumado. Sin el ejercicio del poder operando sobre su existencia, los hechos consumados correrían el riesgo de dejar de ser tales. Para evitar(lo), se recurre a los instrumentos emanados precisamente del poder. Y éstos no son otros que la marginación, la persecución y la destrucción. (pág. 59)
(…)
Así, invirtiendo roles, trastocando valores, difamando y confundiendo, ensalzando el quietismo y la resignación, condenando al tedio y produciendo vaciamiento de optimismo y esperanzas, la cultura del hecho consumado no puede ser más astuta y perversa a la vez…” (pág. 62).


Ricardo Mercado Luna: ‘La Rioja de los hechos consumados (Reflexiones a 400 años de su fundación)’. Edit. El Independiente Copegraf Ltda.


Sea porque percibíamos que estábamos viviendo un cierto momento de ruptura, sea porque casi excepcionalmente nos habíamos posicionado en el rol de técnicos contando con un apoyo y una confianza desde la Dirección General que no era habitual y que percibíamos como voluntad de cambio en el mismo sentido, sea porque sobredimensionamos nuestra capacidad de operar sobre la realidad, nosotras creímos que era posible “sortear la trampa” y entonces no vimos ni lo obvio. Como dicen ‘le metimos pa’ delante’.

¿Qué pasó? ¿Cómo fue qué ocurrieron las cosas y qué nos pasaba a nosotros mientras tanto?





Pensar la dimensión política del
Rol técnico: sus costos



Al calor de la capacitación que íbamos recibiendo como técnicos, de la coyuntura y de la propia trayectoria de ambas, bien diferente pero igualmente interesante, asumimos la faz política del rol técnico que se nos proponía con un nivel de implicación poco común. Primer error, porque nos quitó toda posibilidad de distanciamiento del objeto y de nuestra propia relación con ese objeto.

Ahora sí, tomando cierta distancia e intentando problematizarnos, nos parece valioso ver si lo que pasó nos sirvió a nosotros como técnicos y como integrantes del Sistema Formador, por una parte, y si le sirvió a alguien. En el peor momento de la crisis, y cuando habíamos quemado todas las naves, una de nosotros dijo algo que era valioso: sólo recorrer de esa manera el camino, hizo una diferencia con el cotidiano del técnico típico y esa diferencia vale en sí misma, más allá de los resultados. Por eso escribimos este libro, y antes foliamos cada una de las páginas de la base de datos y escribimos las devoluciones a las instituciones. Aún para evaluar los errores, tiene que haber registro. Y esa ya es una manera de romper la trampa del silencio, de no seguir haciendo como que no pasó nada y perpetuar el simulacro del ‘como si’.

En el proceso nos permitimos leer las instituciones como si fuéramos extranjeros y desde allí nos pudimos interrogar sobre lo obvio, lo cotidiano. Eso hizo posible la problematización como único canal hacia la búsqueda de soluciones de una realidad que, sabíamos – como prácticamente todos – que no estaba dando resultados. Pero, al apropiarnos de la realidad, al interpelarla, lo hicimos con nuestra mirada de técnicos, dando poco lugar a que cada comunidad educativa se mirara, se extranjerizara y problematizara para ser co-autora del proceso de cambio. Por supuesto, siempre podríamos justificarnos diciendo que no nos ayudaban los tiempos ni los recursos ni los imperativos de las autoridades, pero lo cierto es que no generamos ese espacio compartido. Segundo error. Y el cambio, que todavía es necesario, quedó pendiente. Pero si algunas instituciones recogen el guante y se miran, tal vez sea posible que impulsen una transformación que tendría que ser tanto constitutiva como activa, atravesar las diferentes dimensiones del entramado institucional y convertir la contingencia en oportunidad.

Como decía Weber, la burocracia tiene la capacidad de alimentarse a sí misma, de autojustificarse para seguir viva, y aunque sea francamente parasitaria, no hay manera de generar y sostener cambios si no es con ella. Fuimos burócratas, como dicen nuestros críticos, pero de otro estilo. Y no nos dio todo lo mismo. Aún con el altísimo costo personal que tuvo para nosotras, estamos satisfechas: tuvo todo lo que debe tener un buen proceso de aprendizaje: tuvo del deseo, como motor; tuvo del desafío, del desconocimiento; tuvo esto de poner en juego los saberes previos y los preconceptos; tuvo de buscar teoría; tuvo de ir a campo, con todo lo que eso implica; y tuvo de elaboración, de hacer ese ‘click’ que ocurre cuando uno aprende; de producir conocimiento. Lo que no tuvo fue el intercambio con el otro desde una posición de pares, pese a lo cual la resistencia no vino de la mayoría de los Institutos visitados; y lo que tampoco tuvo fue el necesario acompañamiento del andamiaje propio de todo el Ministerio, que prefirió o bien mirar y criticar, o bien ni mirar, retacear o cambiar información de base, perdiendo una oportunidad para poder mirarse como Sistema Educativo. Y finalmente, tampoco tuvo una autoridad política capaz de sostener un desafío, capaz también ella de capitalizar la diferencia e intentar romper la trampa.








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